A todos nos suena la frase del título, pero hay quienes, inevitablemente, tienden a postergar sistemáticamente tareas u obligaciones que deben hacer y las sustituyen por otras que les resultan mucho más agradables o que proporcionan placer o bienestar inmediatos.
Podemos identificar esto como “pereza” y se da en muchas situaciones: Cuando dejamos para más adelante la cita para revisión médica, cuando el estudiante aplaza el estudiar para sus exámenes, el profesional que posterga la reunión para “otro día”… Y todo esto basándose en la premisa de que “hay tiempo de sobra”. El o la procrastinador/a suele:
-sobrestimar el tiempo del que realmente dispone para realizar la tarea o
-subestimar el tiempo que dicha tarea requiere –según los recursos de los que la persona dispone, es decir, no todos tardamos lo mismo en hacer un informe, en limpiar la casa o en hacer la compra-. El resultado de aplazar más y más las tareas tiene como consecuencia el generar o bien retrasos en la propia realización de la tarea o bien sentir una sobrecarga de trabajo que puede derivar en consecuencias emocionales que dañen la autoestima o que generen estrés de forma sistemática.
En la Universidad de Constanza (Alemania) , un grupo de científicos que han estudiado pormenorizadamente la procrastinación, han concluido que este comportamiento se da bajo la creencia de que el día, la semana o el mes siguiente será más adecuado para poner en práctica lo que tenemos planificado, es decir, se busca “el mejor momento”. También se descubrió que, la tarea , si se plantea en términos vagos y genereales , se tiende a procrastinar más que si se plantea en términos más concretos.
Por otro lado, desde la Universidad de Calgary, Piers Steel ha generado una fórmula que ha sido llamada “la teoría de la motivación temporal” que explicaría la procrastinación:
U=EV/ID, en donde:
- U es la utilidad de la tarea una vez que ya ha sido realizada.
-E son las expectativas.
-V es el valor que concedemos al haber terminado el trabajo.
-I es la inmediatez con la que se realiza y
-D la sensibilidad de cada persona a los retrasos (“delays” en inglés).
Según esta fórmula, parece que las tareas a las que más importancia damos son las que más tendermos a retrasar, con lo que parece que, según la teoría de este autor, detrás de la procrastinación habría un perfeccionismo bastante elevado.
Y tú, ¿postergas porque esperas el momento adecuado o porque quieres hacer la tarea lo más perfecta posible?
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