No es tanto el rasgo, como el estado de ansiedad el que está más directamente implicado en el déficit de memoria.
Easterbrook (1959) mostró que la ansiedad hace que se reduzca el número de indicios que el sujeto utiliza durante el procesamiento de la información, por lo tanto el recuerdo posterior se verá mermado.
Eysenck (1988) sin embrago observó que en tareas que no demanden demasiada capacidad de procesamiento y que faciliten un incremento en la motivación, los sujetos ansiosos no tienen por qué demostrar déficit.
En definitiva se puede concluir que quedan preservadas las funciones que se realizan bajo control automático y se producen dificultades en las tareas que exigen un procesamiento controlado. Los estudios realizados han llevado a la conclusión de que éste déficit se debe a que en estos sujetos los recursos de procesamiento están ocupados por la preocupación ansiosa o la percepción de futuras amenazas y cuando se introduce una tarea distractora que permita eliminar los efectos de tales cogniciones el rendimiento mnésico mejora.
Los sesgos mnésicos que se producen bajo un estado de ansiedad son relativos al procesamiento de la información como decíamos. Así, se evita una mayor elaboración de la información amenazante y esto lleva a un peor recuerdo de la misma; además, el efecto de congruencia sólo se da a nivel de tarea implícita, es decir, las representaciones ansiosas en la memoria no son necesariamente más recuperables pero sí son más accesibles.
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