Actualmente se dispone de dos diagnósticos para el DSM-IV que se refieren a la presencia de conducta violenta episódica: el trastorno explosivo intermitente y el cambio de personalidad debido a enfermedad médica general, tipo agresivo. El segundo diagnóstico requiere la presencia de un factor orgánico que pueda relacionarse causalmente con los episodios violentos.
La definición que hace el DSM-IV de este trastorno es: “Varios episodios aislados de dificultad para controlar los impulsos agresivos, que dan lugar a violencia o destrucción de la propiedad”.
Los actos violentos y graves incluyen amenazas verbales y de tipo físico a otros individuos. De esta manera podemos decir que la conducta violenta puede aparecer sin ninguna o poca provocación (en cualquier caso el grado de agresividad expresado es claramente desproporcionado al desencadenante) y el paciente no puede anticipar su cese. La crisis puede aparecer en cuestión de minutos y remitir rápidamente y de forma espontánea.
La edad de comienzo se sitúa desde la adolescencia tardía hasta los 30 años y el inicio es brusco y sin pródromos.
Puede haber un cambio en el sensorio durante el episodio o inmediatamente después de él, semejantes a los del estado postictal.
Las relaciones sociales pueden verse afectadas debido al rechazo social ante la conducta agresiva.
Es frecuente observar en los individuos con este trastorno signos de agresividad e impulsividad así como rasgos narcisistas, paranoides, obsesivos o esquizoides de la personalidad.
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