La clamidia se ha convertido con mucha rapidez en la enfermedad de transmisión sexual más común. El problema es muy serio porque las mujeres afectadas no muestran síntomas y los efectos secundarios de la infección son muy graves.
La clamidia puede dañar las membranas que recubren la vagina, boca, ojos, aparato urinario y recto; aunque, por lo general está confinada al cuello del útero, donde provoca una ofensiva secreción amarillenta. El aspecto más amenazador de esta infección es que el 30% de los casos puede desarrollarse y convertirse en una infección pélvica generalizada, la que a su vez puede provocar infertilidad debido a que bloquea las trompas de Falopio con las marcas y cicatrices que deja.
Una mujer infectada puede contagiar al recién nacido durante el parto. En los recién nacidos, el síntoma más común es la conjuntivitis, pero en ocasiones puede producir neumonía.
En general, los síntomas de la clamidia son escasos pero cualquier secreción cervical poco común debe alertar a una mujer sobre la posibilidad de sufrirla. Puede aparecer fiebre ocasional y molestias abdominales, en particular durante el coito. Los hombres pueden tener problemas urinarios, con dolor al orinar.
Con los modernos elementos de laboratorio, la clamidia es fácil de tratar una vez que se obtiene el diagnóstico. Una muestra de la secreción vaginal permite hacer el diagnóstico entre 30 y 60 minutos, lo que posibilita un tratamiento inmediato. La clamidia se cura por completo mediante antibióticos, pero el medicamento debe tomarse con estricto apego a lo prescrito y de forma completa. Es peligroso dejar de tomar el antibiótico en cuanto los síntomas desaparecen porque la infección podría volver a aparecer y los medicamentos perderían su eficacia.
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