¿Qué es el trauma complejo? Comprendiendo las heridas invisibles
- Psicologia Psicax
- 11 jul
- 3 Min. de lectura
Cuando pensamos en trauma, solemos imaginar eventos extremos y puntuales: un accidente, un desastre natural o una agresión violenta. Sin embargo, existe otro tipo de trauma, más sutil, prolongado en el tiempo y, por eso mismo, a menudo más difícil de detectar: el trauma complejo.
En este artículo exploramos qué es, cómo se manifiesta y por qué es tan importante reconocerlo para acompañar procesos terapéuticos con profundidad y sensibilidad.
¿Qué es el trauma complejo?
El concepto de trauma complejo fue propuesto inicialmente por Judith L. Herman en los años 90, y se refiere a las consecuencias psicológicas de experiencias traumáticas crónicas e interpersonales, especialmente cuando ocurren en etapas tempranas del desarrollo.
A diferencia del Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), que suele derivarse de un evento único y delimitado, el trauma complejo surge de una exposición prolongada a situaciones de abuso, negligencia, violencia emocional, abandono o control coercitivo, especialmente en el seno de relaciones significativas y en etapas donde el sistema nervioso y el sentido del yo están en construcción.
¿Cómo afecta a la persona?
El trauma complejo no deja huellas visibles, pero afecta profundamente el desarrollo emocional, relacional y somático. Las personas que lo han vivido pueden presentar:
1.
Alteraciones en la regulación emocional
Cambios de ánimo intensos y duraderos.
Dificultad para calmarse o conectar con estados de seguridad.
Uso de estrategias de afrontamiento desadaptativas (como disociación, autoagresión o adicciones).
2.
Autopercepción dañada
Sentimientos persistentes de vergüenza, culpa o inutilidad.
Sensación de ser “irrecuperable” o “demasiado dañada”.
Críticas internas severas y dificultad para la autoempatía.
3.
Dificultades relacionales
Dificultad para establecer vínculos seguros.
Ambivalencia entre necesidad de conexión y miedo al rechazo o la traición.
Repetición de dinámicas de control, sumisión o evitación emocional.
4.
Alteraciones somáticas y disociación
Síntomas físicos persistentes sin causa médica clara (dolores, fatiga, problemas digestivos).
Desconexión corporal, anestesia emocional o “apagones” mentales (disociación).
¿Por qué se origina en la infancia o adolescencia?
Durante la infancia, el cerebro está en pleno desarrollo y se organiza en función del entorno. Si las figuras de apego son impredecibles, negligentes o peligrosas, el sistema nervioso aprende a vivir en hiperactivación (alarma constante) o colapso (desconexión).
Esto interfiere con la capacidad de regular emociones, confiar en otros y desarrollar una identidad coherente. Además, como estos entornos suelen ser los únicos conocidos, muchas personas no identifican sus vivencias como traumáticas hasta la adultez, cuando las secuelas comienzan a ser evidentes en forma de ansiedad, bloqueos, relaciones disfuncionales o burnout emocional.
Diagnóstico y reconocimiento
Aunque el Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPT-C) ha sido recientemente reconocido en la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades, OMS), aún no aparece como diagnóstico formal en el DSM-5 (Manual diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría), lo que genera debate entre profesionales.
No obstante, muchos terapeutas reconocen la necesidad de abordar el trauma complejo como una entidad clínica distinta, que requiere intervenciones más amplias y sostenidas que las previstas para el TEPT clásico.
¿Cómo se trata?
El tratamiento del trauma complejo debe ser integral, seguro y progresivo. No se trata solo de “hablar del pasado”, sino de reconstruir recursos internos, restablecer un sentido de seguridad y permitir nuevas experiencias vinculares y corporales.
Algunas claves terapéuticas son:
Estabilización emocional: desarrollar herramientas para autorregularse y mantenerse presente sin sentirse desbordado.
Trabajo de memoria y significado: integrar progresivamente las vivencias traumáticas en la narrativa vital, sin reactivar el sufrimiento.
Reconexión con el cuerpo: a través de enfoques somáticos, mindfulness o movimiento consciente.
Reparación vincular: vivir en la relación terapéutica una experiencia segura y coherente, que permita resignificar el vínculo con uno mismo y con otros.
Terapias como EMDR, Sensorimotor Psychotherapy, IFS (Internal Family Systems), Terapia basada en el apego o Terapia del trauma relacional han mostrado eficacia en este ámbito.
Una mirada compasiva
Comprender el trauma complejo nos invita a mirar con otros ojos muchas formas de sufrimiento silencioso. Nos ayuda a no juzgar ni patologizar lo que, en realidad, son adaptaciones creativas a contextos imposibles.
Acompañar a alguien en su camino de sanación implica crear un espacio donde no tenga que seguir sobreviviendo, sino donde pueda empezar a vivir desde un lugar de dignidad, seguridad y conexión real.
Porque sanar el trauma complejo no es olvidar lo que pasó, sino recuperar la capacidad de habitar el presente sin miedo, sin vergüenza y con la posibilidad de construir un futuro propio.
Comentarios